Casi nadie nota que cada día y a cada hora estamos pagando tributos que afectan los ingresos.
Domingo, 27 de Julio de 2025
Día a día y hora a hora, los colombianos pagan más tributos, no solo producto de las nuevas disposiciones sino de otras que se establecieron hace un tiempo y se quedaron, pero lo grave es que una parte considerable de estos aportes que hacen los ciudadanos al Estado se pagan sin que muchos lo noten.
A diferencia de tributos visibles como el impuesto de renta o el predial, existen cargas que se integran al consumo cotidiano y se descuentan automáticamente, sin aparecer discriminadas en una factura. Son los llamados impuestos ‘invisibles’, que están presentes en casi todas las transacciones del día a día.
Según cifras oficiales de la Dian, entre enero y mayo de 2025 el recaudo tributario del país superó los $127 billones, y una porción significativa de ese monto provino precisamente de estos gravámenes indirectos, que aplican sobre servicios digitales, compras bancarias y productos básicos de consumo.
“Estos impuestos no recaen directamente sobre el ingreso del contribuyente, sino que están incluidos en lo que compra, paga o transfiere. Los ciudadanos los asumen sin saber cuándo, cómo ni por qué”, explica Johanna Serrano, docente del programa de Contaduría Pública de Areandina, sede Bogotá.
Aunque están plenamente establecidos por ley, suelen pasar desapercibidos para el ciudadano promedio. “La falta de claridad sobre su existencia, forma de cobro y finalidad alimenta la desinformación y dificulta una relación más consciente entre los contribuyentes y el Estado. Además, impactan la planificación financiera del hogar, ya que aumentan costos sin una explicación precisa en el punto de pago”, agrega Serrano.
Consumo diario
Uno de los tributos más extendidos es el Gravamen a los Movimientos Financieros (GMF), más conocido como 4×1000. Este impuesto aplica una tarifa de 0,4% sobre cada retiro, transferencia o transacción bancaria. Aunque se ve reflejado en los extractos, pocas personas lo asocian con un impuesto nacional.
“El GMF es uno de las cargas fiscales más naturalizadas por los usuarios. Aparece como un pequeño descuento, pero suma mucho si se analiza mes a mes en todas las operaciones financieras”, afirma la docente de Areandina.
Otro tributo casi invisible es el Impuesto Nacional al Consumo (INC) del 8% en servicios de restaurantes, panaderías, bares o domicilios. Aunque por ley debe discriminarse en la factura, en muchos casos viene incluido en el precio del menú o es asumido sin advertencia.
“Las personas creen que solo están pagando el IVA, pero también están asumiendo el INC. A veces ni siquiera está desglosado, lo que impide conocer el costo real del producto frente al tributo”, agrega la Serrano.
Por otra parte, en el mundo digital, también hay carga tributaria que muchos ignoran. Servicios como Netflix, Spotify, Uber o YouTube Premium están gravados con IVA del 19%, lo que incrementa el valor final de la suscripción. Esta tarifa aplica de forma automática y, aunque aparece en el resumen de cobro, muchos usuarios no lo notan.
También hay impuestos silenciosos en servicios públicos y productos básicos. Por ejemplo: el alumbrado público, se cobra como un porcentaje adicional en la factura de energía, definido por cada municipio. Otro es la sobretasa ambiental, que aplica sobre el impuesto predial, con una tarifa entre 1.5 y 2.5 por mil del avalúo catastral, además está el de telefonía móvil, que tiene una carga del 4% de impuesto al consumo sobre el total del servicio.
En productos como gasolina, tabaco y licores, el impacto igualmente es alto. Solo la gasolina paga tres tipos de impuestos: el nacional, la sobretasa departamental y el impuesto al carbono. En una cajetilla de cigarrillos, el tributo específico puede ser de $4.068 por cada 20 unidades.
Bebidas azucaradas y ultraprocesados
Otro lado, desde noviembre de 2023, Colombia implementó esta obligación fiscal, una nueva categoría de tributos indirectos que se aplican a bebidas azucaradas y productos comestibles ultraprocesados. Su objetivo es doble: reducir el consumo de alimentos con alto contenido calórico y generar ingresos para el sistema de salud.
Las tarifas son progresivas y dependen del tipo de producto. Para las bebidas azucaradas, si contienen más de 9 gramos de azúcar por cada 100 ml, el impuesto es de $65 por cada 100 ml. Esto significa que una botella de 600 ml puede tener una carga de $390 adicional, incluido en su precio final.
En el caso de los productos ultraprocesados —como snacks, embutidos, chocolates y cereales— la tarifa en 2025 es del 20% sobre el precio de venta, antes de IVA. Es decir, si unas galletas cuestan $5.000, el impuesto saludable será de $1.000.
“Este tipo de gravámenes buscan modificar patrones de compra, especialmente en las familias más expuestas a dietas no saludables. Pero también generan cargas económicas diferenciadas, sobre todo en hogares de bajos ingresos”, asegura Serrano.
Ante esta situación, Serrano señala que “la pedagogía tributaria es clave. No se trata solo de cobrar, sino de informar. El consumidor debe saber qué paga, qué incentiva ese tributo y cómo impacta su salud y su bolsillo”.
Fuente: Elnuevosiglo.com